La Carta de la Semana (23/03/2018): «SEMANA SANTA»

En medio de esta Semana de luna llena que cada primavera se repite con el calificativo de Santa te escribo esta misiva, querido lector. Es una semana en la que recordamos los últimos días de la vida de Jesús y, a la vez, los primeros momentos de la vida la Iglesia. Recordamos y actualizamos. Como si quisiéramos que el pasado y el futuro se concentraran en el presente y nos hicieran capaces de sentirnos protagonistas del tiempo; de todo el tiempo. Miramos el dolor de un hombre y reconocemos la salvación de Dios. Moramos las heridas de los seres humanos y nos sorprende la esperanza de un tiempo nuevo y feliz. La paradoja y la ambivalencia convertidas en razón y en fe. Todo en la palma de la mano, con olores y figuras, con sonidos musicales de lamento y pena.

Un dedal lleno de amargura por la corrupción de un amigo que te vende por treinta monedas de plata. La venta de la amistad. Unas lágrimas de arrepentimiento por haber mentido y negado al amigo. Una condena vil y falsificada en sus pruebas y en sus testigos. Una palangana en la que lavarse las manos para disimular la culpabilidad del que no hace mal, pero deja de hacer el bien. Y la tortura y la muerte como horizonte, haciendo gritar al inocente que acepta su morir supliendo a los culpables. Una muerte, un sepulcro, un silencio y una madre que se siente sola.

Sería una tragedia si acabara ahí. Pero el drama de Jesús no fue tragedia. Dios lo resucitó. La vida venció a la muerte. Y, como un símbolo, la primavera nos recuerda que Cristo no es un recuerdo muerto, sino una experiencia viva, una vida plena y verdadera que nos vivifica a todos si dejamos que nuestra libertad lo acepte. La salvación es don, no obligación. Pero, ¿quién ve a Dios y no le ama?, que diría el refranero…

Necesitamos esta catarsis anual que nos sitúe adecuadamente en la existencia. Donde el perdón tenga la última palabra y se rompa el ciego circuito de la venganza. Guardemos la espada, y no seguemos la vida del hermano manchando nuestras manos con una sangre inocente. No te digas a ti mismo que yo no he sido, porque sí que hemos sido nosotros los que hemos llenado el suelo de bombas lapa de indiferencia mutua. Y otros mueren, o viven muriendo por una culpa compartida.

La noche se rompe con la luz de la Resurrección.

No toco acabó en la muerte.

Hay esperanza.

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