La Carta de la Semana (15/09/2017): "EL PAPA Y LA RECONCILIACIÓN"


Colombia es un país hermano lacerado por largas décadas de división violenta interna que, inevitablemente, ha dejado un charco de víctimas en la sociedad. Una víctima significa mucho dolor, heridas y resquemores internos que hacen difícil de convivencia. Y la violencia no saneada genera más violencia, y ese círculo destructivo no mengua, sino que crece y se aumenta sucesivamente. Narcotráfico, guerrillas, secuestros, violaciones, muertes... La cara fea de lo humano. La violencia como argumento para conseguir el resultado de unas ideas que pretenden una justicia conjugando la injusticia. ¿Y ahora, cómo devolver la convivencia a ese pueblo? ¿Cómo lograr la reconciliación de una nación dividida?

El Papa, en su última visita pastoral a Colombia ofrecía a Cristo como ejemplo y mediación para dicha reconciliación. Algo similar a los que escribía el Obispo de Tenerife, parafraseando al Papa Benedicto XVI, en el programa de las Fiestas del Cristo de la La Laguna. La solucion a los problemas nos llega por la acción de los "crucificados", no por la acción de los "crucificadores". Esto fue en Cristo y esto es también hoy en muchos rincones del mundo en los que la sangre de las víctimas que perdonan la injusticia generan la ruptura del círculo inhumano de la violencia. El perdón vence al odio y la indulgencia vence a la venganza. Y ahí está un nuevo heroísmo.

Estos héroes son los constructores de la historia. La muerte no se redime con más muerte. La muerte ha sido vencida por quien la redime con el perdón. La reconciliación es el camino que conduce a la civilización. El "ojo por ojo" es el paradigma de una sociedad ciega. El "diente por diente" solo construye una sociedad de hambrientos incapaces de otra cosa distinta que de alimento líquido. Las cadenas se rompen al fuego, al horno incandescente del amor. El que ama sufre el calor del perdón, pero también la libertad de la reconciliación. Es el horno del heroísmo de los crucificados que perdonan.

Para algunos este discurso puede ser valorado como el discurso de la justificación de la injusticia. Pero para quien lo escribe es el discurso del convencimiento de que la justicia y la misericordia no son contradictoras expresiones que responden a actitudes encontradas. Ambas son la sal de la tierra y la luz del mundo. Sin justicia la misericordia es una caricia vacía. Pero sin misericordia la justicia es una mera venganza. Las necesitamos a ambas y del todo.

El perdón de las víctimas es el camino de la reconciliación.

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