La Carta de la Semana (7/7/2017): "SOSTENIDOS MUTUAMENTE"


Existen afirmaciones que pueden ser verdad y mentira a la vez. Depende el hecho de la perspectiva desde la que hagamos la afirmación. Un ejemplo: "El ser humano es artífice de su propio destino". Si nos referimos al afirmarlo a que somos libres, y podemos elegir lo bueno y lo malo, lo que nos construya o lo que nos destruya, la afirmación es verdadera. Es una afirmación que rompe con el estrecho marco determinista del que piensa que no es responsable de lo que le sucede y son las circunstancias las culpables de todo lo que nos ocurre. Pero, si afirmamos nuestra responsabilidad sobre el propio devenir de nuestro futuro como quien reconoce que nada ni nadie ha influido en nuestro devenir, que nosotros nos hemos labrado lo que somos sin que nadie haya influido en ello, con desagradecida incapacidad de contemplar que somos seres sociales en nuestra misma identidad, entonces no podemos considerar la afirmación como verdadera.

Lo queramos o no, nos sostiene una historia de actividad de otras personas que han construido los caminos por donde nosotros andamos. Han sembrado los frutales de nuestros postres. Han escrito los libros de nuestra biblioteca. Ellos nos sostienen. De igual modo que nosotros sostenemos el desarrollo de otros a los que les prestamos ese servicio con nuestra existencia activa. Somos una red de relaciones mutuas de interdependencia necesaria. Flaca descripción de la verdad de lo que somos la consideración absurda de una autonomía absoluta en un ser humano. Nos sostenemos mutuamente.

No somos cosas, objetos yuxtapuestos uno junto al otro que, cuando uno falla o genera debilidad, es sustituido por otro sin que nada le ocurra al conjunto. Es más, no somos un conjunto sino una comunión de seres interdependientes; un organismo en el que el fallo de un órgano afecta al conjunto para bien o para mal. Nos sostenemos mutuamente. Nos necesitamos. No hay existencias inútiles.

No nos vendría mal recordar la comparación hecha por el apóstol Pablo que dibujaba la identidad de la comunidad como el "Cuerpo de Cristo". No me imagino a la mano reírse del pie, so pena de ser la mano ágil y diestra de un cuerpo cojo. Cuando despreciamos la existencia del otro estamos generando cojeras sociales que pueden servirnos de ocasión para naufragar en un mar sin puertos ni playas. El Titanic no era tan perfecto...

Mutuamente nos sostenemos.

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