La Carta de la Semana (28/7/2017): "LA VITALIDAD DE LA CLEMENCIA"


La compasión y la misericordia pueden ser identificadas con la debilidad, con la esclavitud de nuestra libertad subyugada por estereotipos que impiden al hombre alcanzar una vitalidad autónoma y empoderada. Al menos es lo que Nietzsche afirma en Así habló Zaratustra cuando dice: «No soporto a los misericordiosos, que son bienaventurados en su misericordia: les falta demasiado el pudor. Si he de ser misericordioso no quiero ser llamado así; (…) Los grandes favores no inspiran agradecimiento sino deseo de venganza… ¿Acaso algo originó en el mundo mayores sufrimientos que las tonterías de los misericordiosos? ¡Ay de quienes aman mucho y no tienen una estatura superior a la compasión!». Esta inmisericordia puede convertirse, si no estamos atentos, en sistema de organización de nuestra sociedad. Es la experiencia de exiliar la misericordia de la experiencia interpersonal, olvidando a las víctimas y anhelando una vitalidad salvaje que desconoce la lógica de la palabra y del perdón que rompen el doloroso círculo de la violencia. En otras palabras se conjuga la misma gramática de la inclemencia: «No te dejes pisar», o «De mí no se ríe nadie…». A la postre es la fuerza de la venganza la que triunfa convirtiéndonos en cómplices de la violencia.

Tengo para mí que no hace falta mucho esfuerzo de nuestra voluntad para entrar en este círculo vengativo. Lo antropológicamente espontáneo es la defensa ciega de la justicia por la fuerza del instinto de conservación. El grito y en enfrentamiento surgen como escudo natural ante cualquier mínima agresión experimentada. Si hace falta autocontrol, fuerza y tenaz esfuerzo vital es para generar una respuesta serena de clemencia ante el mal que deriva para nosotros del deseo de mal de otros. Impedir que circule el billete falso que llega a nuestras manos exige un sacrificado esfuerzo imprescindible para purificar y beneficiar el bien común. La historia está llena de dramas que han surgido del revanchismo envenenado por una fuerza inhumana. Porque lo humano es el diálogo, la puesta en escena de la palabra como recurso que posibilita el respeto a la cizaña del otro, del que sabemos que también posee en su tierra buena trigo excelente que puede germinar para el bien de todos. Será la fuerza del perdón y de la misericordia lo que salvará la historia. Sin duda.

Reconozco la benefactora acción educativa que produce el spot publicitario de un vehículo híbrido que circula en los medios de comunicación, en el que un padre y una hija dialogan sobre la obligación que tienen otros coches de parar en un paso de cebra. «¿por qué le das las gracias si es su obligación parar?». La gratitud, la paciencia, la clemencia en fin, vence al final, aunque sea mínima su apariencia.

La misericordia y la clemencia son la forma externa del amor. Y en amar y ser amados habida la grandeza de lo humano. La clemencia salvará a la historia por la fuerza de la compasión.

Comentarios