La Carta de la Semana (30/6/2017): "PROMOVAMOS EL PERDÓN"


No hace muchos días me dijeron una frase que me ha hecho pensar. No es nueva en su contenido, pero si en su formulación: "La forma más excelente del amor es el perdón". La forma más esforzada, también. La más dolorosa, sin duda. Pero la manera más encarnada del amor es, sin duda, perdonar. Nadie podrá decir que ama si no aprende perdonando.

No es fácil rehacer las relaciones rotas por un error, un fracaso, una desorientada decisión. Nos duele que nos hieran y respondemos con la violencia en cualquiera de sus formas. Pero el esfuerzo crítico de analizar la verdad de lo que pasó, de ponernos en el lugar del otro, de comprender y despertar la compasión es siempre un reto difícil. No hablo de justificar el mal, sino de comprender a las personas. De disculpar a las personas. Corregir, pero desde un amor que perdona para que la persona crezca y progrese. Esa manera de amar es dolorosamente exigente.

Lo más duro del Cristianismo no es ir a misa todos los domingos y fiestas de guardar. Lo más exigente es perdonar al enemigo, hacer bien al que nos persigue, rezar por quien nos calumnia. Eso sí es el esfuerzo que describe el evangelio. Y sólo los esforzados de esta manera serán herederos de la vida y ganaran la vida.

Y tenemos muchas ocasiones de practicar esta vida divina. Muchísimas: cuando conducimos y alguien comete una acción inadecuada, con los compañeros de trabajo, los amigos y, cómo no, con quien compartimos las excelencias del amor humano. El amor se encarna y nos toca, y nos exige la caricia del perdón. Si no estamos dispuestos a perdonar, entonces no nos debemos compromete a compartir la vida con alguien.

Por otra parte, tal vez deba ser promovida esta capacidad como fundamental para la construcción del bien común. Decía la Santa de Calculta, la madre Tersa: "Ama hasta que duela". El dolor de perdonar es dolor senador, y sin duda, dolor que libera.

Sólo quien quiere ser feliz perdona.

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