La Carta de la Semana (14/04/2017): "LA CRUZ TATUADA EN EL BRAZO"


Aunque no lo diga nadie, que se sepa: de cada cinco cristianos, uno es perseguido en la actualidad. Ucrania, India, Paquistán, Nigeria, Siria, Egipto…, y tanto otros lugares donde arde con fuego el odio a la cruz de Cristo. Perseguidos por la fe en pleno siglo XXI. No hablamos del Medievo, del siglo de las revoluciones sociales ni de la guerra fratricida entre hermanos. No, hablamos de persecución religiosa. Con el silencio políticamente correcto de los medios de comunicación de occidente. Morir por el único pecado de querer ser discípulo de Jesús, el nazareno, que siendo también inocente y acusado injustamente de blasfemo y revolucionario fue ajusticiado y condenado a la pena capital.

El domingo pasado, domingo de ramos, con el que se abre la Semana Santa, nos enteramos que en dos iglesias coptas, en Egipto, uno de los primeros lugares donde se implantó el cristianismo en el siglo I después de Cristo, mientras celebraban la liturgia de la Pasión del Señor, dos bombas acababan con la vida de casi medio centenar de cristianos y herían a otro tanto. Cantaban el texto de la Pasión narrada en los evangelios y se producía su personal pasión por vivir la alegría del evangelio. La paradoja de la fe. Murieron el domingo de ramos.

Los coptos, una de las veintidós iglesias católicas con rito propio, que sólo es el 10 % de la población egipcia, tienen una extraordinaria tradición. Se tatúan una cruz en el antebrazo. Una forma de confesar públicamente la fe y renunciar a la posibilidad del disimulo o la apostasía. Cristianos con su fe tatuada en el brazo. Antes morir que renunciar a la fe. Antes la muerte que decir que no conocemos a Cristo.

Esta actitud, al menos personalmente, despierta la pregunta por la coherencia de nuestra vida cristiana. Una fe políticamente correcta, que se disimula, que se pone y se quita como un hábito de cofradía, es poco menos que una caricatura de la fe. Si las convicciones no están tatuadas en el alma y configuran toda nuestra vida, es una fe debilitada. El testimonio de los cristianos coptos nos viene bien es esta Viernes Santo que nos apremiamos a vivir.

Coherencia, fidelidad, amor confesado y perdón ofrecido, siempre y a todos. Con la cruz de Jesús tatuada en los brazos de nuestra alma.

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