La Carta de la Semana (17/02/2017): "LOS DIVORCIADOS"


Los cuentos infantiles acababan siempre de manera incompleta e irreal. La princesa y el príncipe lograban superar las dificultades, se casaban, y «fueron felices y comieron perdices». Allí, en el baile de la boda acababa la historia. ¿Qué pasaría después? ¿Cómo sería su vida ordinaria? ¿Cómo educarían a sus hijos? ¿Cómo superarían los problemas matrimoniales y los agobios familiares? ¿Siempre serían fieles? A estas cuestiones no alcanzaba el cuento.

La dinámica del éxito y la gramática de los fracasos. Porque la vida de todas las personas esta entretejida de éxitos y de fracasos, de frustraciones, de ratos tristes. Y la crisis es siempre necesaria para crecer y progresar. Nadie nunca ha sido capaz de lograr cosas grandes sin conocer el fracaso, la desilusión y la frustración. Incluso los cristianos, que hemos tenido el testimonio fundacional de una terrible frustración inicial al pie de aquella cruz, seguimos sin elaborar una verdadera teología del fracaso. Porque sin aquella cruz, la resurrección no sería causa de nuestra alegría.

En la vida de la mayoría de las personas el amor interpersonal y el compromiso mutuo de pareja pueden convertirse en «matrimonio». Las frustraciones de otros nos asustan y, en ocasiones, nos impiden asumir el riesgo de un amor definitivo e incondicional. Nadie se casa, de ordinario, imaginando la posibilidad de fracasar. Porque de cualquier fracaso matrimonial nace dolor, frustración, heridas, etc. ¿Quién toma decisiones buscando la infelicidad? Sin embargo, aunque luchemos y busquemos el éxito, la crisis y el fracaso son una posibilidad cierta.

Acompañar el fracaso, la crisis, la desilusión, es asumir la realidad como una historia real, no como un cuesto de hadas y princesas que entretienen la imaginación infantil. Las cosas pueden fracasar. Las decisiones pueden ser erróneas. Las decisiones pueden frustrarse. La fidelidad puede quebrarse. Y las causas son muchas. La mayoría se pueden evitar, pero otras son inevitables.

La diócesis de Tenerife ha puesto en marcha un servicio de acompañamiento de las familias heridas. Hace más de diez años que funciona un centro de orientación familiar con vocación de ayudar a los matrimonios y las familias a superar las crisis. Y, cuando no es posible superarla, mantiene el compromiso de acompañar a las personas en aquellas situaciones que surgen tras un fracaso matrimonial.

Como nos ha recordado el Papa Francisco, «estar divorciado no es estar excomulgado».

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