La Carta de la Semana (18/09/2016): "DETRÁS DE LA CORTINA"


Quienes hemos tenido la suerte de crecer en ambientes rurales recordamos lo entretenido que era sentarse a ver la vida ordinaria de las gallinas, de los conejos, de los cochinos…, aquellas tardes entretenidas viendo el comportamiento de aquellos seres vivos detrás de la pantalla natural del gallinero, la conejera o el chiquero -que así se denominaba el corral de los cochinos-. A falta de mundo rural, los medios de comunicación nos entretienen dándonos la ocasión de contemplar, detrás de la cortina, las vidas -muchas veces tácticamente problematizadas- de otras personas.

No hace falta mucho esfuerzo intelectual para percibir la nota característica de nuestra sociedad marcada por la cultura de la observación de las vidas ajenas. Nos gusta saber de los otros guardando la privacidad personal. Husmear en la intimidad ajena y observar. Algunos programas de televisión ofrecen la posibilidad de vivir tras la cortina de una pantalla viendo lo ajeno sin ser visto. La búsqueda del morbo de las situaciones vitales de los otros como objeto de entretenimiento.

Detrás de la cortina uno se considera seguro. Aparentemente seguro. Pero es una pobre vida que se deja invadir por la dinámica del chisme. Algunos venden al público sus victorias y sus derrotas y las muestran con ánimo recaudador. No son sus vidas reales, sino la farándula programada de vidas ordinarias que entretienes otras vidas aburridas o hastiadas del ritmo de lo ordinario. Dar que hablar para que la gente tenga de qué hablar.

¿Tan insignificantes son nuestras vidas para buscar en la piel ajena los lunares que añoramos? A oscuras no se vive bien, porque nos falta el brillo de una mirada que se deja sorprender por el bien tatuado siempre en la vida de los otros. Tengo para mí que vale la pena correr la cortina y asumir la grandeza de mirar con claridad leal reconociendo la grandeza escrita en la propia existencia.

Nos cuesta reconocer que “(…) nada hay oculto que no llegue a descubrirse” (Lc 8, 17) y a ser verificado por la mirada del otro. Si llegamos a superar el miedo al juicio ajeno porque nuestro propio juicio interior nos tranquiliza, nos damos la posibilidad de habitar en la anhelada sociedad de la confianza. Tal vez por falta de esta confianza en los demás vivimos anclados detrás de muchas cortinas.

Vivir a cara descubierta es poco entretenido, pero es liberador.

Comentarios

  1. Excelente carta, don Juan Pedro. Me dan pena los "corre-ve-y- dice, olisqueones y ventaneros"... En cuanto a "dar la cara", a mi modo de ver, hoy hay mucho cobarde, escudado, en una falsa prudencia o seudopudor. En esto los padres, abuelos y educadores debemos se ¡ejemplares! Rezo por que Dios le guarde. Un abrazo.

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