La Carta de la Semana (25/08/2016): "EL ENTRENADOR"


Entre el medallero de los juegos olímpicos en Brasil, el comienzo de la vuelta ciclista a España y el reinicio de los partidos de la liga de futbol después de los anunciados y discutidos fichajes y los partidos de pretemporada, se nos ha ido casi el mes de agosto. A estas alturas del mes seguro que hemos bajado algún kilo por el esfuerzo deportivo realizado. Perdonen la ironía respecto al sillón-bol al que nos hemos dedicado la mayoría. Hemos escuchado la alta valoración que se realiza en relación al esfuerzo y la constancia de los deportistas que, para alcanzar una cota o nivel han debido renunciar a tanto y han debido realizar tanto esfuerzo y sacrificio personal. Y de esta manera, bien por tierra –atletismo- o por mar –natación- ser el más o la más rápida en tal modalidad o disciplina. Y rozar el récord. La frontera de lo humano, el límite al que, hasta el momento, hemos llegado.

Para cualquier deporte hacen falta tres aspectos que se combinen de manera adecuada: el talento personal –que incluya las dimensiones biológicas y psicológicas adecuadas a la que solemos llamar destreza-, una disciplina de entrenamiento constante y, en tercer lugar, una adecuada guía de la mano de un buen entrenador que ayude a hacer llegar la destreza natural al límite de lo posible. Cualidades, esfuerzo y entrenador. En solitario y por cuenta propia no se alcanza la excelencia. Es preciso por la confianza en el que sabe, en alguien que guíe nuestro esfuerzo hacia el éxito.

El entrenador no sube al cajón ni recoge la medalla. Pero está ahí, en las palabras de reconocimiento y gratitud del medallista. Tal vez un momento fugaz en un improvisado abrazo de felicitación después de un salto o al final de un partido. Los entrenadores. Sería bueno reconocer la valía y la importancia de aquellos que enseñan técnicas para sacar el máximo resultado a la naturaleza humana, aquellos que muestran el modo y la forma de hacer las cosas bien, técnicamente contrastada. Los educadores, los maestros, los profesionales de la enseñanza... Los entrenadores de la vida.

No hace mucho leía, en el corazón de la novela “El bar de las grandes esperanzas”, de J. R. Moehringer, que “(…) para hacer a un hombre hace falta un ejércitos de hombres, pues somos consecuencia de las acción de muchas personas que han configurado lo que somos”. Y de muchos maestros y entrenadores y formadores…, un ejército de técnicos de alto rendimiento vital que nos han dado aquellos adecuados consejos en el ámbito académico, social, interpersonal, espiritual, etc., de nuestra vida.

Muchas gracias a todos nuestros entrenadores.

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